miércoles, 10 de noviembre de 2004

Simbad

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Hace unos días estaba echando un vistazo inicial a una película, no una cualquiera sino a Las Aventuras del Príncipe Achmed, de Lotte Reiniger, seguramente el primer largometraje de animación (de más de una hora), al menos el más antiguo que se conserva. RL y VA lo vieron, se quedaron absolutamente fascinados aunque sólo hubo tiempo para unos fragmentos. Es una película de siluetas, tan exquisita que parece irreal. Hay una historia muy bella (e interesante, ) sobre cómo Lotte trabajó junto a su marido como maestra privada de un grupito de niños (diez o doce) en la casa de un rico empresario, y durante tres años, además de las clases, ella trabajaba en la película y los niños la ayudaban fabricando las siluetas, etc.; uno de estos niños, de mayor, trabajó en el mundo del cine y la ayudó a producir otras de sus películas. En el Príncipe Achmed se mezclan varias historias de Las Mil y Una Noches y seguramente por eso RL me pidió que le leyera los viajes de Simbad el marino. La única versión que tengo en casa de Las Mil y Una Noches no es para niños: es muy extensa (tres tomos), usa un lenguaje deliberadamente arcaizante y fiel a los originales, está llena de vocablos de raíz árabe muy poco frecuentes, y además no tiene ningún tipo de censura. Leyendo el tercer viaje de Simbad, por la noche, en las camas de los niños, tuve que hacer malabarismos para mientras leía una cosa, contar otra. No creo que me equivoque mucho si prefiero, antes de dormir, no leerles lo que pasó a Simbad y sus compañeros en la isla cuando se encontraron con el gigante:
Continuó haciendo lo mismo con todos los demás, examinándolos a todos unos después de otros, hasta que le llegó el turno al arráez del barco, que era un hombre gordo y cebón, ancho de hombros y recio y fornido y, al verlo el gigantón, dio muestras de quedar complacido.
Levantólo luego en vilo, de igual modo que coge a la res el matarife, y lo arrojó al suelo y le puso el pie encima del cuello y enristró en su mano un asador gigantesco y se lo metió por el pecho y se lo hundió bien adentro, hasta que le salió por la espalda el otro extremo.
Procedió después a encender fuego y puso en él al arráez y empezó a darle vueltas hasta que se doró por igual todo su cuerpo, y entonces lo apartó del fuego y se lo colocó delante y procedió a descuartizarlo y a hacerlo pedazos y a partir la carne con sus garras y a engullírsela sin parar, hasta no dejar nada, y después royó los huesos y se sorbió su tuétano, hasta que al fin se dio por satisfecho y tiró al suelo el resto del esqueleto".

RL, estos días, ha escrito por su cuenta un par de inicios de historias de Simbad, el primero fue muy breve, el segundo va mejor, aunque por lo que lo conozco, supongo que no seguirá mucho más allá, y se irá tras otros intereses. Al menos ayer le pedí que me hiciera un dibujo sobre Simbad y me hizo éste:

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la primera versión de su historia fue así:

un dia simbad el marino navegaba por el mar cuando noto que llovia y sono un trueno se levanto una ola gigante


la segunda (respetando sus incorrecciones ortográficas y sintácticas) es esta:

las mil y una noche
simbad el marino
os boy a contar una de mis historias
cuando yo estava nabegando cuando de repente sono un trueno y empezo a llover y se levanto una ola gigante con espuma callo un trueno callo y casi destrosa el barco en mil pedazoz mientras la ola callo sobre el barco i lo inundo repletamente de agua y por fin se calmo la tempestad


Quiero citar ahora a un escritor de mis favoritos: Alberto Manguel. En un artículo de finales de 2002, hablaba sobre el amable gueto de la literatura infantil
la categoría "literatura infantil" no fue inventada hasta el siglo XVII, nuestros antepasados en Babilonia, Grecia, India y China leyeron en sus remotas infancias los libros escritos para sus padres pero porque eran niños quienes los leían, los mismos libros eran también otros. Toda categoría es censura. Defiende releer la llamada literatura infantil con la esperanza de sentir las emociones que (bien sabemos) no pueden sentirse más que la primera vez
y cita a algunos de mis autores de referencia, evidentes muchos de ellos como Carroll, Edith Nesbit, RL Stevenson, Carlo Collodi, incluyendo para mi sorpresa y deleite a Tove Jansson; no cita a otros como Baum o Richard Hugues pero no importa.

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