Una vez, hace muchos años, entre otras ideas que nunca llevé a cabo estuvo el fabricar una cámara estenopeica de plomo y dejarla sumergida, colocada en el fondo del mar varios días, incluso lanzar varias al océano y que el azar determinara el encuadre o hacia dónde quedaba el estenope.
Nunca pasó del concepto, y desde luego había problemas técnicos, como el factor de la atenuación de la luz con la profundidad o la resistencia de una emulsión fotosensible a una inmersión prolongada en agua salada. Porque la cámara quedaría inundada durante todo ese tiempo, y la luz una vez pasado el agujero que haría de objetivo tendría que atravesar esa cámara de agua de mar.
Hace más o menos un año conocí un proyecto fotográfico que de alguna forma tiene relación con esto: las exposiciones de un año de Michael Chrisman, usando cámaras estenopeicas. Se pueden leer referencias aquí (en español) y aquí (en inglés).
La visión de las cámaras de plomo hundiéndose y el aire escapando por el estenope tomó la forma de un guión, en realidad de los guiones de dos pequeñas historias que estos días he estado uniendo y limpiando de lo superfluo. Lo que ha quedado ha sido básicamente melancolía, plomo, océano y fotografía.
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